La calle de la Cabeza
Son muchas las leyendas que han circulado por Madrid, y esta noche parece apropiada para contaros una de ellas, la de la calle de la Cabeza. Cuentan que un caballero venido de otra ciudad compró una cabeza de carnero en un puesto de comestibles, y se fue con el paquete debajo del brazo, sin advertir que iba dejando un rastro de sangre. El que sí lo advirtió fue un alguacil que pasaba por allí y le dio el alto, pidiéndole explicaciones. Pronto se formó un corro y el sospechoso no dudó en contar la historia y mostrar a todos su adquisición. Cuando por fin destapó el contenido del paquete, la concurrencia empalideció y gritó de terror. En vez de una cabeza de carnero, se trataba de la cabeza de un hombre.
El caballero no salía de su asombro, y trató de buscar una solución lógica. No lo consiguió. Presionado por la mirada de los curiosos, del alguacil y de la cabeza confesó un crimen cometido algunos años atrás. Cuando era joven, había servido como criado a un sacerdote que tenía fama de avaro y malhumorado. El sacerdote tenía dinero y el mozo tenía deudas, así que un buen día puso la casa patas arriba para robarle todo lo que guardaba, con tan mala suerte que el religioso regresó de improviso, sorprendiéndole. Mala suerte para el sacerdote, claro, porque se lo liquidó. Lo decapitó, cogió el dinero y se dio a la fuga para que las autoridades no lo ajusticiaran. Cuando pasaron los años y se hubo olvidado el suceso, volvió a la ciudad fingiendo ser un caballero rico por su casa.
Aunque se mostró arrepentido, fue condenado a muerte unos meses después y ejecutado en la Plaza Mayor. La sangrienta historia corrió de boca en boca, y tanta fue su fama que en la fachada de la casa donde vivía el sacerdote se colocó una cabeza de piedra, y comenzó a llamarse así a la calle.
El caballero no salía de su asombro, y trató de buscar una solución lógica. No lo consiguió. Presionado por la mirada de los curiosos, del alguacil y de la cabeza confesó un crimen cometido algunos años atrás. Cuando era joven, había servido como criado a un sacerdote que tenía fama de avaro y malhumorado. El sacerdote tenía dinero y el mozo tenía deudas, así que un buen día puso la casa patas arriba para robarle todo lo que guardaba, con tan mala suerte que el religioso regresó de improviso, sorprendiéndole. Mala suerte para el sacerdote, claro, porque se lo liquidó. Lo decapitó, cogió el dinero y se dio a la fuga para que las autoridades no lo ajusticiaran. Cuando pasaron los años y se hubo olvidado el suceso, volvió a la ciudad fingiendo ser un caballero rico por su casa.
Aunque se mostró arrepentido, fue condenado a muerte unos meses después y ejecutado en la Plaza Mayor. La sangrienta historia corrió de boca en boca, y tanta fue su fama que en la fachada de la casa donde vivía el sacerdote se colocó una cabeza de piedra, y comenzó a llamarse así a la calle.
7 comentarios:
Un crimen perfecto (casi).
¿Se supone que la cabeza era la del sacerdote? ¿Y no lo canonizaron? Por milagros menos espectaculares han hecho santos a algunos.
Ain, qué grima
¡me alegro! un besote
Estupendo blog :D y muy buena la historia!
De hecho, creo q tengo una foto de esa cabeza... la de piedra, claro. La otra debe estar algo pasada... XD
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