Los antecedentes del Metro

La historia del Metro madrileño se remonta a finales del siglo XIX con el comienzo del crecimiento de la ciudad. Fueron varios los intentos desde 1855 de crear líneas de ómnibus. En 1866 se pone en marcha un servicio regular de ómnibus entre la Puerta del Sol y Pozas. ¿Pero qué sería este ómnibus? Seguramente deberíamos imaginarnos una especie de carromato largo con grandes ruedas de radios de madera tirado por caballos, que no sobrepasaban los 12 km/h.

En 1871 se inaugura la primera línea de tranvía, con vehículos tirados igualmente por caballos. Hasta 1906 seguirán existiendo los tranvías "de sangre", pero desde 1879 por fin se comenzaron a ver por la capital los "tranvías de fuego", que tenían una pequeña locomotora en el propio vehículo que les permitía recorrer mayores distancias, como la línea que unían Leganés con el Puente de Toledo, vía que ha perdurado entre Cuatro Vientos y Leganés hasta este siglo XXI. Los tranvías a vapor estuvieron expresamente prohibidos por el ayuntamiento de Madrid en 1877.

Tanto ómnibus como tranvías estaban gestionados por empresas privadas que rivalizaban en el servicio. Tanto es así que en 1883 las crónicas cuentan que los ómnibus utilizaban las vías de los tranvías para ofrecer su servicio (imaginamos que los ómnibus se convirtieron en tranvías adaptados). Los tribunales de justicia resolvieron el caso a favor del tranvía, llevando a las compañías de ómnibus a su desaparición.

Los tranvías, los carros, los caballos y los peatones hacían de ese Madrid céntrico de finales del XIX con más de medio millón de habitantes, un lugar difícil de transitar. Confluían en Sol siete líneas de tranvía, lo que supuso los primeros atascos (no de coches, pero sí de tranvías). Se vio por tanto la necesidad de desarrollar un ferrocarril subterráneo como los que ya tenían Londres o París.

Vía | · Línea 10