La marca del Rastro
Después de la llegada de los curtidores, comenzaron a venir vendedores ambulantes que ofrecían objetos de toda clase, generalmente de segunda mano y muchas veces robados. Muebles, libros, ropa, animales, objetos de coleccionista... pronto llenaron la calle de la Ribera de Curtidores. Aunque este mercadillo clandestino nada tenía que ver con el rastro del matadero, se apropió de su nombre.
Como todo mercadillo ambulante, era perseguido por las autoridades, pero su fama llegó a ser tanta, que el gobierno de la ciudad terminó por hacerlo legal en 1905. Se dividió la calle en tramos, que se numeraron y desde entonces se alquilan a los vendedores. Más tarde, se borraron las marcas de tiza de los adoquines de la calle, tatuando para siempre el espíritu del Rastro en la calle de la Ribera de Curtidores.
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